martes, 10 de febrero de 2009

La vida en el condicional

Hacía mucho no iba al teatro. El domingo pasado vi Encuentro de claridades. Encontré ahí mucho de mí. Qué jodido lujo. Ojalá se den el gusto...

Virgencita, tú que nos cuidas desde Lindavista, evítanos la pena de encontrarnos con nosotros mismos...

TEATRO. Encuentro de claridades

Escrito por Christian Gómez

Uno en París y la otra en la ciudad de México, Phillippe y Carmen son dos amantes que reflexionan sobre su separación. Condenados por la distancia, entretejen sus historias en la puesta en escena Encuentro de claridades.

Ideada y dirigida por Sandra Félix, la pieza cuya temporada se alargó debido al éxito, se basa en los libros El primer trago de cerveza y otros placeres de la vida, de Phillippe Delerm, y Jugo de naranja, de Carmen Villoro.

En palabras de la propia Félix, el argumento “nace de la fusión de dos textos que guardan mucho en común” pero que se distinguen “en cuanto a la visión de un hombre y una mujer, de dos culturas, la francesa y la mexicana”.

Se trata de un montaje en donde Úrsula Pruneda (Carmen) y Mauricio García (Phillippe), ambos egresados del Centro Universitario de Teatro, presentan dos monólogos que se entrecruzan. Monólogos nostálgicos que hablan del hartazgo de las rutinas y las formas.

Juntos plantean una serie de minucias de la vida cotidiana y del amor. Con una narración en segunda persona en la que hablan de tú al público, los actores aprovechan las imágenes en la memoria del espectador. Así, es en los recuerdos de los asistentes donde sucede la mitad de la obra, donde se completa.

Un juego de luces y una sobria escenografía del franco-mexicano Philippe Amand hacen viajar a los personajes y al público por toda clase de emociones y espacios; a través de las horas del día y las estaciones del año.

Entre canciones en francés del mítico cantante belga Jacques Brel, las letras de Delerm y la poesía de Carmen Villoro, los personajes sostienen diálogos inspiradores. “La vida está llena de pequeñas muertes”, dice Carmen. Y Phillippe: “ningún París es suficiente para escapar”.

Tanto los dos solitarios en escena, como el equipo de dirección y de montaje, son parte de un equipo ya conocido que coincidió en Polvo de mariposas, también de Sandra Félix. Obra basada en la novela Las olas de Virginia Wolf y otro ejemplo del gusto de la directora “por llevar a escena textos narrativos”.

Encuentro de claridades se presenta en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz los sábados y domingos a las 12:30 hrs. Hasta marzo 29.

martes, 3 de febrero de 2009

Lectura para dos: dibujando palabras

Vinyl nació de la premura y es muy probablemente un texto menor. Una amable circunstancia le llevó en octubre del año pasado a las páginas del número 3 de la revista Trifulca. Literatura líquida. Igual que yo, Emmanuel vio extrañado la ilustración. Ajena. Quizá extraña.
En esta entrada, por mi parte, hay un título distinto y una coma de más. Por parte suya, una nueva ilustración: un nuevo texto, una traducción a las líneas. Se trata de una relectura, una recreación, un puente entre nosotros dos...

Vinyl

Pasábamos la tarde maquillándonos. Delicada como era, Sarah nos delineaba el contorno de los ojos con un lápiz azul. Vianette hacía lo propio llenándonos los párpados con sombras naranja. Luego nos hacía cerrarlos para soplar sobre ellos polvo brillante.

Cada una elegía un color distinto para la boca. Llegamos a tener veintisiete tonos distintos, nueve de ellos rosas, inmundos. Sarah escogía siempre el verde limón y yo, que era más conservadora, el rojo. Movíamos los labios de arriba abajo y los estirábamos para ver si el color era uniforme. Con el dedo medio, nos limpiábamos las manchas de los pliegues y besábamos una hoja perfumada para escribir luego una carta.

Por una petición mía, que nunca supe explicar muy bien, acordamos que no habría lunares sobre la boca. En cambio, cualquier truco en el rizado de las pestañas sería bien recibido.

Perla ponía colorete en nuestras mejillas y si le traíamos unas nuevas medias de red nos rociaba el cuello con el perfume de una botellita púrpura parecida a una señora robusta. Nos divertía el tejido de su atomizador en forma de corazón y la brisa dulce que desprendía.

Desde entonces y hasta entonces, mi piel supo de telas brillantes, terciopelo, abrigos, de plumas rosas y lentejuelas. Veía mis piernas torneadas con satín y mi espalda descubierta, provocativa.

Sarah, con sus uñas doradas, ponía la aguja sobre un viejo disco de vinyl con música de piano. Si había lluvia, me sentaba junto a la ventana a lanzar bocanadas de humo, echando cabeza hacia atrás. Era mi número.

Entonces yo cruzaba las piernas descubiertas y cantaba sentada sobre un piano que era tan real como mi deseo de sentarme en él y cruzar las piernas descubiertas y cantar. Me erguía y sonreía para cien hombres que sonreían conmigo y aplaudían entorpecidos por mi belleza.

Casi lloraban deseando tenerme entre sus manos; bajar el cierre del vestido, terminar con cada broche, con cada botón entre nosotros. Era hermosa, lo sabía. Y yo, tan digna como mi madre hubiera sido, giraba la cabeza y fumaba de la larga boquilla y de nuevo me echaba hacia atrás para exhalar la última bocanada de humo y suspirar con el último verso de la melodía. Mientras se llenaban las copas, los desdeñaba con las pestañas, tan coqueta, tan deseada, con mis manos grandes, mi espalda tan ancha.

Después el brindis, el petrolato, los pañuelos blancos, el saco. Y volvíamos a ser hombres, novios ejemplares, futuros maridos.
Emmanuel hace más cosas lindas acá:
http://www.mientrasmeaburro.blogspot.com/