martes, 11 de mayo de 2010

9 días de guerra en Facebook, “me gusta”

Facebook tiene más de 400 millones de usuarios activos que, en conjunto, pasan alrededor de 500 billones (millones de millones) de minutos por mes en la página; quizá escribir una historia sobre alguno de los relatos del mundo que ahí se construyen (ése es el verbo) tenga algún sentido.

“Esta historia ocurrió tal como la vamos a contar, los dichos son en su mayoría textuales; quiénes lo dijeron no importa en absoluto (aunque muchos de ellos podrían estar en su lista de amigos de Facebook)”, así comienza la narración de 9 días de guerra en Facebook, obra escrita por Luis Mario Moncada y dirigida por Martín Acosta.

“Es enero del 2009. La franja de Gaza está siendo bombardeada por Israel, que intenta concluir su ofensiva antes que Obama llegue a la Casa Blanca. Al mismo tiempo, decenas y cientos de internautas inician un debate que cada día adquiere visos de una guerra verbal tan interminable como el propio conflicto en Medio Oriente. La pregunta es si las balas de bytes hieren tan mortalmente como las de plomo”.

La anécdota es ésa. Y es complicado tejer una sinopsis de la puesta en escena más allá de las líneas que la sintetizan. El reto es mayúsculo, semejante al de condensar una Historia a partir de escuchar a todos sus habitantes hablar a la vez; internet nos ha enseñado que hoy todos tienen voz, pero no hay quién oiga.

Unirse a este grupo

De acuerdo con información estadística de Facebook, más de 25 billones de piezas de contenido se publican al mes, entre ligas a páginas, estados de ánimo, notas, fotografías, álbumes y un amplio etcétera.

En tal contexto, la historia (tómese el lenguaje teatral con pinzas) es detonada por un personaje (categoría quizá demasiado humana) que publica su postura frente al conflicto árabe-israelí en Medio Oriente y lo compara, a través de una imagen “efectista” de niños sufriendo, con la tragedia del Holocausto Judío.

La semilla de la idea publicada por el moderador del debate y narrador de la historia (el propio Moncada) hace germinar la intolerancia y la incomunicación de sus “amigos”, de todas las latitudes e ideologías. Tras plantear la anécdota, unos minutos después de comenzar la obra, la narración en sentido estricto concluye, se pierde en una avalancha de respuestas, de discursos inaudibles.

Durante cerca de dos horas, el espectador vive narcotizado, esforzando los sentidos para acercarse a una narración inaprehensible y cada vez más frenética de historias sobrepuestas, que se cuentan al mismo tiempo y se anulan entre sí.

Se ponen de manifiesto las diferentes dinámicas que se establecen cuando las redes sociales median las relaciones interpersonales. ¿Cómo se concibe la cercanía y los vínculos emocionales entre personas que jamás llegan a verse?

No sólo eso: la obra desvela problemáticas arquetípicas y contemporáneas por igual que escapan al soporte de la red. Aparecen el acoso, el narcisismo, el protagonismo, la intolerancia, la provocación, las cruzadas ideológicas, el cuestionamiento del valor de las imágenes, la ubicuidad o la capacidad de estar en todas partes, la guerra, la secreta intención de “eliminar a alguien”, aunque sea de la lista de contactos… El público “ha sido etiquetado” en esta obra.

Me gusta/Hazte fan

La web 2.0, espacio idóneo para las redes sociales, ha permitido a los usuarios de internet generar e intercambiar contenidos y no ser sólo espectadores de información. Otro dato de Facebook: 50 por ciento de sus 400 millones de usuarios consulta su cuenta al menos una vez al día.

9 días de guerra en Facebook seleccionó apenas una historia de todas las que se generan en las redes sociales. Pone rostro a esa realidad, que actualiza el debate de la construcción de sentido en los medios de comunicación pero con el complejo matiz de la virtualidad, una segunda vida en la pantalla.

Los recursos escenográficos contribuyen a mostrar de una manera literal la dinámica de Facebook. Existe un gran muro, como el que tienen los usuarios de la página, para que se publiquen contenidos e ideas y los 17 actores se convierten en soldados. El vestuario, en consonancia, enriquece por su plasticidad visual, como las fotografías de los perfiles de los usuarios, donde la imagen del yo resulta ineludiblemente beneficiada.

La puesta se propone como un teatro documento, género surgido en los años setenta que trata temas políticos y de denuncia. Es una metáfora ante un clima de época. Es capaz de generar en el espectador una reflexión sobre la (¿supuesta?) revolución de las redes sociales y su verdadero alcance para la transformación del ser humano.

En una entrevista con Antonio Castro para la revista Letras libres en 2008, Luis Mario Moncada se dijo identificado con las búsquedas del teatro mexicano actual en cuanto a sus referencias al mundo concreto, a los medios de comunicación. Experimentar con los lenguajes le representa un experimento muy seductor.

Es el idilio del teatro y la vida. Con la dirección de Martín Acosta, que construyó una inquietante velocidad en la obra, ésta sólo logra transmitir una sensación al espectador ante su tiempo. Y no venderle una concepción moralina ante las redes sociales, enorme tentación para los libros publicados desde el desconocimiento, sobreinterpretaciones, misticismos y falsos debates.

La obra 9 días de guerra en Facebook, escrita por Luis Mario Moncada y dirigida por Martín Acosta, se presentará en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz hasta el 4 de julio. Jueves y viernes 20:00, sábados 19:00 y domingos 18:00 horas. Admisión $140 con los descuentos habituales. Jueves $ 30. Christian Gómez

domingo, 9 de mayo de 2010

Una lectura de la contemporaneidad, en Carreras

La contemporaneidad exige: hay que dejar de ser jodido, acabar una carrera, tener una pareja estable, un trabajo bien pagado; ser competitivo en una sociedad global. La dinámica del consumo ha fijado las reglas: hay que correr en un mundo dividido entre exitosos y perdedores, sin puntos medios.

Ése es el planteamiento de la obra Carreras, escrita y dirigida por Germán Castillo (Teatro Santa Catarina) y que narra cuatro historias de pareja que reflejan la prisa por seguir los modelos que traza la vida actual.

“Son ocho jóvenes que han cursado carreras y están comenzando su carrera profesional. Tienen cierta prisa por establecerse emocionalmente con una pareja, tienen prisa por apropiarse de la vida”, explicó Castillo. Se trata de una carrera que debe hacerse aunque no exista una meta ni dirección clara.

“Carrera es una palabra con muchas acepciones: la de los estudios universitarios, la carrera profesional una vez terminados éstos, el andar a las carreras en una ciudad tan grande y caótica; las carreras de béisbol, la carrera de las putas…

“La obra habla sobre la urgencia que impone el consumismo por obtener satisfactores impuestos, creados por el mercado, las falsas ideologías y las falsas expectativas”.

Las reglas del juego

Con prisa, ocho jóvenes corren alrededor de cuatro sillones azules que constituyen el espacio escénico. Los dirige un árbitro que funge como narrador de la obra, como mediador entre la metáfora de la carrera en el teatro y la vida.


Mientras corren, reflexionan los caminos que siguen. Cuestionan sus nociones de éxito profesional y sentimental. Todos corren. Luego de cada vuelta al escenario, un par de actores permanece y presenta una pieza de la historia que se va construyendo, y complicando.

La relación de dos mujeres se ve fragmentada porque una desea embarazarse y la otra conservar su poder sobre la primera. Otra pareja se separa porque ella busca alcanzar un puesto de alto mando mientras que su marido lamenta ganar menos dinero y no seguir con el doctorado. Antes leían poesía, hoy se piden sexo secamente.

Dos viejos amigos se “necesitan” en la soledad: intimidad sin compromiso, acuerdos profesionales subrepticios, contratos manipulados. Él es fotógrafo y nunca ha amado; ella, una modelo cuya vida profesional se ha terminado a los 22 años.

Cuando se fueron a vivir a casa de los padres de ella, él tuvo que dejar la escuela. Sólo quisieran salir adelante, tener una noche para ir a bailar y tener privacidad. “No siento que seas mi mujer, eres más hija y hermanita”.

El entrelazamiento de las historias pone sobre la mesa el fracaso, la posesión, la envidia, los celos de pareja y profesionales. Para Germán Castillo (Ciudad de México, 1944), “los personajes vienen de una lectura de la contemporaneidad” que sintetizó en esta pieza teatral a partir de dinámicas de improvisación en su seminario de actuación.

Carreras

El correr constante de los actores evidencia su trabajo emocional en los pequeños cuadros en que la obra se divide y las carreras que el árbitro determina. En la primera se plantea la configuración de las parejas; en la segunda, un silbatazo marca faltas, momentos precisos en que las relaciones se fracturan por una actitud impulsiva; en la tercera, sugiere la supremacía de la casualidad, que aplasta el entramado de aspiraciones sobre el que se erige un noviazgo.

La separación está a un soplido y los nuevos encuentros a una copa. Las historias se entrelazan e inquietan al espectador con sus preguntas: ¿Y qué tal si esto no es lo que queremos? ¿Puede alguien, en su sitio, estar fuera de lugar? ¿Qué hubiera pasado si no hubiera hecho las cosas de esa forma? ¿Qué se siente?, ¿cómo sabes que lo quieres?

Las respuestas son desalentadoras: “Estaba casado, pero me fui porque no sabía estar casado” o “cojas con lo que cojas, la cosa está difícil”. Para el árbitro, mientras el tiempo transcurre todo se va complicando y los días se tornan difíciles de habitar.

Los personajes se encaminan al fracaso. De acuerdo con el también poeta y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte: “Todo es consecuencia de la sociedad de consumo que obliga a los individuos a ver por ellos mismos y califica de manera cruel entre exitosos y perdedores, sin matices: todo el mundo quiere ser triunfador y eso es imposible. Esta sociedad de consumo niega el matiz. Es tajante”.

Teatro Santa Catarina, hasta el 4 de julio. Jueves y viernes 20:00, sábados 19:00 y domingos 18:00 horas.

lunes, 3 de mayo de 2010

Trabajando un día particular

En Trabajando un día particular, Laura Almela y Daniel Giménez Cacho no sólo reelaboran en teatro Una giornata particolare (1977), cinta de Ettore Scola protagonizada por Sophia Loren y Marcello Mastroianni; su planteamiento, en cambio, desmenuza las condiciones de la representación escénica. Los actores construyen el escenario frente al público. Encuentran en una maleta la escenografía mínima para activar imágenes y el fuera campo se vuelve extensión concreta del escenario; sin más aditamentos que el negro de las paredes, dibujan a su paso –literalmente– lámparas o ventanas que cierran y abren sin conflicto técnico. El escape de un pájaro de su jaula cruza el camino de un locutor antifascista y homosexual a punto de suicidarse y la madre de seis hijos que atesora un álbum con imágenes de Mussolini. La contradicción ideológica se difumina en un encuentro sexual que resulta un complejo cuestionamiento de valores. Ninguna distracción obstaculiza el transcurrir de la puesta de dos actores que quedaron sin director para su obra: pueden repetir segmentos, corregir errores. El teatro se mira a sí mismo. Ubicado en la Italia fascista, el relato de intolerancia tiene pertinencia en un contexto político distinto pero en un escenario de dogmatismos algo menos distante. Christian Gómez



Laura Almela y Daniel Giménez Cacho, Trabajando un día particular, Teatro El Milagro. Hasta junio.