lunes, 10 de noviembre de 2008

Bailando por un boleto

<3 Esto es de cuando Emmanuel se convirtió en un genio amateur de la edición n_____n


Leila, tú eres la estrella.


domingo, 2 de noviembre de 2008

Un café por El fuma-fuma

Emmanuel duerme sentado junto a mí. Yo escribo. Estos informes son largos y dicen poco, cuestión de metodología. En cuanto halle la pista que busco tendré material de sobra para redactar un gran reportaje, con mucho color.

Andamos en busca de El fuma-fuma. Queremos saber cómo es que le vende mierda a la gente. Antes vendía cigarros; ahora mierda en papel encerado. Parece que le va bien y es bueno convenciendo. No sabemos. Pero ayer le vendió a una señora cien gramos en la Condesa.

Uno es periodista o eso intenta. Emmanuel en cambio se salió de trabajar para ayudarme en el proyecto. Cuando venda la investigación o la cuele en el Concurso Nacional de crónica o reportaje, el pago será en mitades. No sabemos si vamos a encontrar algo, pero nos sentimos reporteros de Proceso.

Antes de renunciar, Emmanuel le preguntó a Héctor, que es psicólogo y tiene un café por el World Trade Center, de qué se trataba. Héctor le dijo entre risas que el muy cabrón de El fuma-fuma –cómo me gusta escribir ese apodo– probablemente está hipnotizando a la gente, que sí se puede. Y aunque eso es como de Kaliman o de película de El Santo, no dudamos que sea cierto.

Eso de vender mierda es muy sugerente. Yo mismo debería estar vendiéndola en lugar de estar gastando tanto en preguntarme cómo y por qué la gente la compra. La respuesta está ahí: la gente compra todo, hasta mierda.

Pero en serio quiero ver mi nombre publicado. Encontrar a ese gran cabrón y que me venda un cuarto y a lo mejor un kilo. A ver qué me dice. A mi tía Vero le vendió una amarillenta –ahí supe que se trataba de mierda de perro– afuera del mercado de la colonia Obrera. Llegó a su casa llorando y riéndose y diciendo “qué ridícula”. Y fue rezarle a San Juditas.

Yo me encargo de las direcciones y las entrevistas; Emmanuel de las llamadas. Ya sabemos de unos veintiséis casos. Entrevistados van siete. Casi nadie quiere contarlo y al final siempre lloran. Ahí vamos.

Nos falta encontrarnos con El fuma-fuma. No hay quien no le haya visto. Emmanuel lo vio una vez en la Condesa, en el Parque España. Yo mismo tropecé con él en el tianguis del Chopo, otra en Zona Rosa y una más en el metro Balderas. Todavía vendía cigarros. Es cosa de pararnos en Coyoacán y esperarlo.

El fuma-fuma andará en los sesenta años. Usa zapatos deportivos y un suéter café, de secundaria técnica, hecho chaleco. “Anda bien peladito y es canosón”, nos dijo apenado de su anécdota Gabriel Rojas, arquitecto, en El Péndulo de Coyoacán. “Pero en la nuca trae unas extensiones que le llegan a la mitad de la espalda, como Ana Torroja cuando cantaba Hijo de la luna”, agregó su esposa. Según Emmanuel, también tiene un diente plateado. Una vez le compró un Camel.

Emmanuel tiene barba y fuma y asiente cuando la gente platica. Por eso me gusta llevarlo a las entrevistas. Nos creen más, nos toman más en serio. Hoy hablamos con Magdalena Reyes, de 54 años, quien aparenta más de sesenta debajo del delantal y el suéter tejido. Nos citó en el Vips de Avenida Central, en Nezahuacóyotl. Dijo:

"Ahora verán. ¿Cómo fue? Pues andaba yo en el centro con mi hija la mayor. Íbamos a la Parisina y a la París. ¿Qué chistoso suena, verdad? Total que andábamos por Madero porque a Rocío le gustan unos helados de yogur que venden ahí casi en la esquina con Motolinía. Yo la esperé afuera porque ahí también venden soya, todo de soya, y vieran nada más de verla el asco que me entra. Entonces se me acercó un señor, ya grande pero fornido él. Traía colgada del cuello una charola, ahora verán, como los que venden cerveza en los estadios. Es que a mi marido le gusta ir. Total que me dice el señor: ‘tú tienes muchos problemas. Yo sé de eso, se te ve en los ojos. ¿Cuánto dinero traes? Tú traes dinero’. Y ¿cómo les diré? En su pobre casa sí hay problemas y ¿cómo les diré? Se pone uno tan nervioso…"

Magdalena se echó a reír, nerviosa. Como cayéndole el veinte. Como decepcionada de sí. Pagó 320 pesos por un cuarto de mierda verde, también de perro. Llora. Nosotros pagamos 184 pesos; 16 de propina.

Llevamos veinte días en esto. Llamadas. Citas. Pagar café en Sanborn’s, molletes en Vips, moka en Starbucks. Emmanuel duerme junto a mí. Yo escribo. Me preocupa su cuello. De verdad que estamos muy cansados.




Pensando...