domingo, 2 de noviembre de 2008

Un café por El fuma-fuma

Emmanuel duerme sentado junto a mí. Yo escribo. Estos informes son largos y dicen poco, cuestión de metodología. En cuanto halle la pista que busco tendré material de sobra para redactar un gran reportaje, con mucho color.

Andamos en busca de El fuma-fuma. Queremos saber cómo es que le vende mierda a la gente. Antes vendía cigarros; ahora mierda en papel encerado. Parece que le va bien y es bueno convenciendo. No sabemos. Pero ayer le vendió a una señora cien gramos en la Condesa.

Uno es periodista o eso intenta. Emmanuel en cambio se salió de trabajar para ayudarme en el proyecto. Cuando venda la investigación o la cuele en el Concurso Nacional de crónica o reportaje, el pago será en mitades. No sabemos si vamos a encontrar algo, pero nos sentimos reporteros de Proceso.

Antes de renunciar, Emmanuel le preguntó a Héctor, que es psicólogo y tiene un café por el World Trade Center, de qué se trataba. Héctor le dijo entre risas que el muy cabrón de El fuma-fuma –cómo me gusta escribir ese apodo– probablemente está hipnotizando a la gente, que sí se puede. Y aunque eso es como de Kaliman o de película de El Santo, no dudamos que sea cierto.

Eso de vender mierda es muy sugerente. Yo mismo debería estar vendiéndola en lugar de estar gastando tanto en preguntarme cómo y por qué la gente la compra. La respuesta está ahí: la gente compra todo, hasta mierda.

Pero en serio quiero ver mi nombre publicado. Encontrar a ese gran cabrón y que me venda un cuarto y a lo mejor un kilo. A ver qué me dice. A mi tía Vero le vendió una amarillenta –ahí supe que se trataba de mierda de perro– afuera del mercado de la colonia Obrera. Llegó a su casa llorando y riéndose y diciendo “qué ridícula”. Y fue rezarle a San Juditas.

Yo me encargo de las direcciones y las entrevistas; Emmanuel de las llamadas. Ya sabemos de unos veintiséis casos. Entrevistados van siete. Casi nadie quiere contarlo y al final siempre lloran. Ahí vamos.

Nos falta encontrarnos con El fuma-fuma. No hay quien no le haya visto. Emmanuel lo vio una vez en la Condesa, en el Parque España. Yo mismo tropecé con él en el tianguis del Chopo, otra en Zona Rosa y una más en el metro Balderas. Todavía vendía cigarros. Es cosa de pararnos en Coyoacán y esperarlo.

El fuma-fuma andará en los sesenta años. Usa zapatos deportivos y un suéter café, de secundaria técnica, hecho chaleco. “Anda bien peladito y es canosón”, nos dijo apenado de su anécdota Gabriel Rojas, arquitecto, en El Péndulo de Coyoacán. “Pero en la nuca trae unas extensiones que le llegan a la mitad de la espalda, como Ana Torroja cuando cantaba Hijo de la luna”, agregó su esposa. Según Emmanuel, también tiene un diente plateado. Una vez le compró un Camel.

Emmanuel tiene barba y fuma y asiente cuando la gente platica. Por eso me gusta llevarlo a las entrevistas. Nos creen más, nos toman más en serio. Hoy hablamos con Magdalena Reyes, de 54 años, quien aparenta más de sesenta debajo del delantal y el suéter tejido. Nos citó en el Vips de Avenida Central, en Nezahuacóyotl. Dijo:

"Ahora verán. ¿Cómo fue? Pues andaba yo en el centro con mi hija la mayor. Íbamos a la Parisina y a la París. ¿Qué chistoso suena, verdad? Total que andábamos por Madero porque a Rocío le gustan unos helados de yogur que venden ahí casi en la esquina con Motolinía. Yo la esperé afuera porque ahí también venden soya, todo de soya, y vieran nada más de verla el asco que me entra. Entonces se me acercó un señor, ya grande pero fornido él. Traía colgada del cuello una charola, ahora verán, como los que venden cerveza en los estadios. Es que a mi marido le gusta ir. Total que me dice el señor: ‘tú tienes muchos problemas. Yo sé de eso, se te ve en los ojos. ¿Cuánto dinero traes? Tú traes dinero’. Y ¿cómo les diré? En su pobre casa sí hay problemas y ¿cómo les diré? Se pone uno tan nervioso…"

Magdalena se echó a reír, nerviosa. Como cayéndole el veinte. Como decepcionada de sí. Pagó 320 pesos por un cuarto de mierda verde, también de perro. Llora. Nosotros pagamos 184 pesos; 16 de propina.

Llevamos veinte días en esto. Llamadas. Citas. Pagar café en Sanborn’s, molletes en Vips, moka en Starbucks. Emmanuel duerme junto a mí. Yo escribo. Me preocupa su cuello. De verdad que estamos muy cansados.




Pensando...




4 comentarios:

tugo dijo...

jaja. "la gente compra todo, hasta mierda". Y bueno..antes de decir cualquier cosa me gustaria saber si está terminado o aun faltan partes. Porque uno nunca sabe con estos muchachos contemporaneos n.n

El Chri Chri dijo...

ay, sí está terminado =S

Zedryk Raziel dijo...

Hey, camarada Chris, un gusto volver a saludarte. Me alegra saber que respondes a los comentarios que cada uno de los lectores hace sobre tus textos. Es que hay cada espíritu cándido que no tiene algo que decir cuando lo felicitan. También hay quienes no contestan los saludos en el hi5, pero eso es oración aparte. Bueno, en particular, estoy contento por el comentario que hiciste del que yo hice a propósito del texto que hiciste del WorldPressPhoto. Jaja, muchos "haceres", es que en eso consiste la vida. Estoy contento por lo anterior. Bueno, y también porque hoy los Pumas CU les ganaron, como lo esperaba, a los Burros Blancos.

Conque Un café por el fuma-fuma… Te la llevaste. Está bueno. Curioso fue que mi atención haya sido captada cuando leí que “la gente compra todo, hasta mierda”; curioso fue que haya pensado, en ese mismo instante, incluir en mi comentario, al término de la lectura, alguna idea respecto a que “la gente compra todo, hasta mierda”, pero si a concurso de curiosidades sometemos las dos anteriores, y añadimos una tercera que me llevé, cuando vi que el amigo Tugo escribió en su comentario que “la gente compra todo, hasta mierda”, definitivamente ésta es la mayor de todas las curiosidades antes vistas: sincronicidad. Rebeca, la chica debatiente del salón, aquélla que deja en la banca del desuso la concepción machista de que la mujer, además de ser el sexo débil es el sexo ignorante, le llama a estas “coincidencias”, como antes yo les denominaba por no querer conflictos con la palabra “azar”, que engloba mucho más que las cuatro letras que la conforman, Rebeca nombra estas “vivencias”, repito, “sincronicidades”. Ella ya me ha dado la explicación muchas veces, pero me cuesta. Es compleja. Rebeca, no la explicación.

Bueno, no sé con exactitud dentro de qué género periodístico se podría englobar el del Fuma-fuma –también me agrada escribir tal apodo-, y creo que conocer el género periodístico en que se podría englobar aquí vendría sobrando, siempre y cuando se logre reconocer que, en particular y en general, es un muy buen trabajo. Crónica + Relato + Testimonios + “Reportaje con mucho color” = ¿? No importa. Sobra, eso sobra.

Por otra parte, lo bueno lo hace complicado. Fuma-fuma, ¿qué es lo que fuma? ¿A qué “mierda” te refieres? Yo pensé en un principio que te referías al “pastito vacilador”, pero luego cuando hablas de que señoras de arriba de 50 años, tías Vero y arquitectos compran lo que vende el Fuma-fuma, me pregunto si este señor provee lo que creo que provee. Ah, me lleva la incertidumbre, la condición más execrable de todas. Pero bueno, supondré que hablas de mariguana, espero resuelvas mi duda que, confundido, ahora estoy.

Te confieso, Chris, que un tiempo fumé mierda de perro. Un tiempo muy corto. Pero ya no. Es que caí en la cuenta de que no sirve para nada volar unos momentos, si al término de ese “viaje” se regresa al mismo estado en que se estaba antes de despegar: Tan pordiosero es el cuerpo, dice Sealtiel Alatriste. Y compartí la idea, de modo que ya no vuelo, a menos que se trate de una “passarola”. Esas me interesan. Ah, pero no digo tampoco que ahora sea yo dueño de un alma puritana: ahora bebo alcohol. La mierda de perro es tan variada, que el alcohol también entra a la clasificación.

Yo recomiendo que si se quiere volar, se vuele cuanto se quiera, en la medida que se conozcan las maniobras necesarias para aterrizar no en la camilla blanca de un hospital, ni en medio de un charco de inmundicia estomacal, sino, al menos, amparado al hombro de un buen amigo, que quizás no sea tan bueno, que uno bueno, según lo que muchos afirman, no hubiese permitido el vuelo mediante la mierda de perro. Como sea. Cada quien tiene sus parámetros para medir la amistad, y a nosotros no nos corresponde establecer cómo debe ser el amigo.

Bien, pobre de Emmanuel, que con el cuello torcido yacía en la silla, derribado por el cansancio de la labor. Y tú, Chris, escribe y escribe, que bien cierto es que el periodista –en acto y en potencia- duerme poco, se acuesta y despierta con algo que leer, algo que escribir. Algo que decir.

Oye, esas fotos de Vogue… Son editadas, ¿verdad? Ahh, por favor, dime que son falsas, porque de lo contrario, sabré cuán fashion eres, jajaja.

Continúas aprendiendo, dices. Se siente padre ser leído, añades. Estoy de acuerdo, afirmo. Un gusto leer de nuevo algo que escribe tu mano, tomando dictado de tu inteligencia y tu corazón.

PD. ¿Tú bebes alcohol? Pregunto, porque uno nunca sabe cuándo se antoje tomar un trago, y en nuestro grupo las fiestas abundan más que las malas palabras.

PD. El pintor de batallas es un libro chingón, y no se piense en esta palabra como en una grosería, pues, como dice el camarada Origel en La Oreja: las cosas como son, y chingón es el libro de Pérez-Reverte, como debe ser.

Hasta la vista, camarada Chris-Chris

Ald0rad0 dijo...

ohhh Chris. Todos odiamos al fuma-fuma. Pero a mí me encanta el blog. Sigue así!!!

PD: te pondré en mis vínculos