miércoles, 29 de octubre de 2008

lunes, 27 de octubre de 2008

Y una foto de Karla

La revolución que se durmió. Un retrato de Diego


Toma uno. Cámara en mano. Un grupo de personas discute las condiciones de un documental. Planean cómo, qué narrar. Se trata de Un retrato de Diego. La revolución de la mirada (Gabriel Figueroa Flores, México, 2007), donde Diego Rivera se convierte en hilo conductor de una historia más amplia, la de quienes pusieron a México en imágenes durante la primera mitad del siglo veinte.

Son hijos del muralista que pintó para Rockefeller, del fotógrafo Manuel Álvarez Bravo y el cinefotógrafo Gabriel Figueroa. Y es justo donde termina su informal e innecesariamente filmada charla, después de su confesa vida a la sombra de sus padres, donde comienza la parte valiosa del trabajo.

En ella, se cuenta cómo Álvarez Bravo y Figueroa eran amigos de Rivera y decidieron hacer un documental sobre el artista a propósito del cumplimiento de los 50 años de su vida creativa. Un triángulo multimedia trabajando en imágenes sobre la creación de imágenes. Un metalenguaje.

Rivera dibuja, pinta a cuadro. Un joven lo mira, también a cuadro. Álvarez Bravo lo encuadra, compone la imagen. Figueroa lo filma.

De la mano crean una visión plástica de México. Rivera Pinta la Revolución, Álvarez Bravo retrata a sus campesinos convertidos en obreros mientras Figueroa plasma en imágenes en movimiento los sueños y la esperanza de la realidad.

Un retrato de Diego es un afortunado ejercicio bibliográfico, hemerográfico, documental. Casi académico. De una capacidad narrativa capaz de tejer el escenario político y creativo de una época. De analizar imágenes en el sentido formal, discursivo, pero también en el plano pragmático. Casi poético.

Dice de “La parábola óptica” de Álvarez Bravo: los ojos en un aparador muestran otra realidad “como si el espejo no nos regresara la mirada sino la continuara”.

Diego y los alcatraces. Diego y la casa del Anáhuac. Diego y las palabras de Frida. Diego y la vida. Diego y la muerte. El omnipresente Carlos Monsiváis se refiere al legado de Rivera como un ejercicio de ascetismo, siempre en busca de la perfección.

Mientras, José Luis Cuevas presenta una versión disminuida y titubeante de su protesta contra lo que en su tiempo llamó “La cortina del nopal”. “(Sólo) Estaba en contra de la inmovilidad”, dice. ¿Será que lo perdonó al tiempo?

Estrenado en octubre de 2007, Un retrato de Diego (La revolución de la mirada) es por una razón más un metalenguaje: es un documental sobre otro documental que nunca se concretó. Con apenas 14 copias, también se perdió en el olvido.

sábado, 18 de octubre de 2008

World Press Photo 2008




World Press Photo. La realidad compuesta
Por Christian Gómez


Para los organizadores de World Press Photo, la prioridad no fue escoger la mejor imagen sino realizar la tarea “un poco incómoda” de seleccionar las más representativas de cada tema. Todas ellas, destacadas por “desafiar las convenciones de fotoperiodismo”, para estimular al espectador, hacerle reflexionar.

En la edición 2008 de este concurso, que se exhibe en el museo Franz Mayer, se recompensa el trabajo creativo del fotoperiodista, no el cómodo. Los jueces de World Press Photo se ocupan de la forma, no del contenido. Califican la foto, no son jueces del mundo.

Los retos de la imagen periodística son diversos. Entre ellos, lograr un balance entre la técnica y el mensaje. Deben moverse cautelosamente entre los cánones del periodismo y el coqueteo con el arte. El fotógrafo de prensa trabaja en el umbral entre la denuncia social y el registro de los hechos. También busca reconocimiento como autor.

Para revistas, diarios y portales de Internet, los periodistas gráficos trabajan en una composición de la realidad. Formalmente, ordenan los hechos sociales en un cuadro de imagen.

Así, ponen la dimensión de la tragedia china en perspectiva, la pobreza afgana a contraluz y a los yoguis indios en un juego de planos y profundidad. Muestran la anorexia en contrapicada. Encuentran la belleza en la malaria.

Retratan en claroscuro a un padre vietnamita y su hijo, quienes hace ya cinco años han quedado sin hogar. La nostalgia en panfocus –todos los elementos de la imagen vistos con nitidez–, días después del último cumpleaños, el número 101, del coreógrafo ruso Igor Moiseyev. Sentado junto a su esposa, amoroso, en una recámara.

Los trabajos seleccionados le ponen rostro a las tragedias. No sólo eso. Encuentran la dimensión social –búsqueda incesante del periodismo– en la vida cotidiana.

Violencia en Latinoamérica, en África, en Medio Oriente. Temas recurrentes pero replanteados ante cada lente. Pobreza, marginación, intolerancia. Abuso sexual. Analfabetismo. Guerra, prisioneros, dolor. Atentados contra la naturaleza. Su violenta respuesta.

En World Press Photo encuentran lugar los aparentes sinsentidos y las diversas cosmovisiones en otras latitudes. Por ejemplo, los registros de Cristina García del culto a Maria Lonza en Venezuela. Tan sui generis, cercano a los rituales africanos y de la mano con la muerte.

Se vuelven diálogo intercultural. Olivier Gulman retrata mirando la televisión a una mujer inglesa, una marroquí, un hombre japonés, uno nigeriano y un niño japonés.

Las fotografías pueden tener diversas lecturas. Una mujer recostada sobre un sofá, con el maquillaje corrido y probablemente alcoholizada o drogada, se convierte en imagen de la decadencia. Se trata de una actriz: Martina Gusmán en el set de la película Leonera. Una fotografía hecha por Stefano De Luigi.

Capaz de engañar a cualquier incauto que no lea el contexto que se ofrece junto a cada imagen, queda claro que éstas no hablan por sí mismas.

La foto posada. La serie trabajada, casi montada. Algunos barridos, más artísticos que informativos. Todas ellas permiten reflexionar hasta qué punto es registro y hasta dónde creación.

Las fotografías son una postura, una interpretación del fotógrafo. Una visión del hecho, cargada de una intencionalidad, consciente o inconsciente, que debe tomarse con cierto cuidado. “Aunque las fotos no mienten –afirma Lewis Hine–, los mentirosos pueden hacer fotos”.

Al premiarle por las verdades que retrata, World Press Photo se convierte en una suerte de vigilante del fotógrafo de prensa.



Esta reseña también fue publicada en el No. 13 de la revista electrónica Escrutinio

jueves, 16 de octubre de 2008

El Fastigio. Igual es gratis

Hoy estoy molesto porque perdí un trabajo por culpa de los virus. Se borró de mi USB. Por eso, platicando con mi admirada Liz, reportera e investigadora en El Universal, miembra del cuerpo de adjuntos de Celia Shoijet, decidí tener un blog para tener dónde despotricar y quizá publicar alguno de los muy pocos textos que últimamente escribo.

Es algo que quería hacer hace mucho, pero no me atrevía. Un poco por pena. Un tanto por la certeza de que no sería leído. Pero ya no me importa. Igual es gratis.

Lo de Fastigio es por Rayuela, de Julio Cortázar. Es la punta de algo o el momento más alto, el peor de una enfermedad. Igual porque desde ese punto puede que las cosas se vean mejor. ¿Pura mamada? Igual Talita dice: “Fastigio. Bonita palabra, lástima lo que significa”.

Pese a la mala conexión a Internet, tengo textos de archivo y algo de ganas. Espero alguien me lea. Si no, de nuevo digo: igual es gratis.