martes, 29 de diciembre de 2009

Michel Houellebecq. Nihilismo, viajes, erotismo

Durante su primera visita a México, el escritor francés Michel Houellebecq dijo entre otras cosas a la prensa mexicana que hacer poesía se ha vuelto una actividad casi clandestina, que pensar en el verdadero lector de nada sirve al escribir, que la vida nunca basta. Pero si en sus páginas quedó retratado como un provocador, durante la clausura de la quinta edición de Poesía en Voz Alta.09 sus lectores se encontraron con un poeta adolescente, aunque nacido en 1958.

En un singular recital junto al músico Alonso Arreola, titulado Particulas horizontales, la presencia del autor se convirtió en la última pieza del festival internacional, que conmemoró los 50 años de Casa del Lago como centro cultural universitario.

Durante una noche fría en los jardines de la casa, el grupo Molino de Cuento emocionó al público en una presentación que fue definida como una mezcla de poesía e instalación sonora. Daniel Malpica (acordeón), Manuel Menéndez (tabla), Mariana Hijar (flauta transversal), Marco Armenta (guitarra eléctrica), Alejandro Sierra Manrique (darbuka) y Mariana Castro Garduño (voz) no prepararon a la audiencia para la llegada de Houellebecq; fueron un claro ejemplo de que Poesía en Voz Alta ha sacado a la poesía de sus formas tradicionales.

En un escenario iluminado de azul, la voz de un presentador ausente anunció a Michel Houellebecq, al compositor mexicano Alonso Arreola y al músico José María Arreola en un “recital en su acepción más literal”. Una aseveración cuestionable. Habló de dos obras que se dan la mano: “los personajes de uno y las partituras del otro aludirán al nihilismo, los viajes y el erotismo y la posibilidad del amor”.

Poeta, novelista y ensayista cuya obra ha sido traducida a más de 25 lenguas, se ha convertido en un mito de la nueva narrativa europea. Houellebecq ha sido puesto en el centro de una polémica religiosa y sexual por los temas de sus obras. Al menos eso afirman sus lectores y la crítica a propósito de Plataforma, La posibilidad de una isla, Ampliación del campo de batalla, Las particulas elementales, El mundo como supermercado y varios otros titulos.

Para cuando el juego de música, poesía y luz comenzó, el público era una multitud de pies sobre hojas secas, de manos frotándose para hacer calor, de brazos aferrados a un árbol para ver entre las cabezas de otros, de voces susurrando los poemas: “El primer paso de la tragedia poética consiste en remontarse al origen. A saber: el sufrimiento”.

Subtitulado del francés en tiempo real, cualquier cosa que eso signifique, el poeta leyó sus textos en su lengua mientras detrás de él la traducción al español aparecía en una pantalla. Leyó con el ímpetu de un escritor solitario que pocas veces hace lecturas ante unas trescientas personas. “Y volved siempre al origen que es el sufrimiento”.

Los músicos jugaron. Con la repetición de un sonido creado en ese instante, una batería y un bajo. Jugaron también con los sonidos de una pequeña radio, el rumor de una canción, el rebotar de una pelotita, un silbato, otros juguetes, semillas.


Mientras tanto, Houellebecq escuchaba la música con atención quirúrigica para saber el momento de empezar a leer el siguiente poema. Apoyado en una pierna, bailó balanceándose nervioso ante las miradas, con el pulgar derecho en la bolsa del pantalón y con la mano izquierda apretando el micrófono contra su pecho.

Tres botellas de agua junto a sus pies y apenas una fue abierta mientras lanzaba una mirada nerviosa al público y al cielo. El poeta es un adolescente nervios. Houellebecq no entonó ni declamó su poesía: alzó su voz y vivió. Y apenas advirtió su gran audiencia, retornó a revisar un detalle en el micrófono, en el papel, en el público, en el cielo.


Una visión del mundo contemporáneo

Una de las grandes razones de la visita de Michel Houellebecq a México en el marco de Poesía en Voz Alta.09, que se desarrolló de 21 de octubre al jueves 26 de noviembre, se llama Alonso Arreola, compositor y periodista mexicano, ex integrante del grupo La barranca que ha llevado su música incluso por Japón.

En entrevista explicó la hazaña: “Hace 11 meses terminé de leer su última novela; ya había leído todo de él y estaba profundamente impresionado por su obra. Decidí contactarlo a como diera lugar: lo logré, empezamos una amistad por correo electrónico y finalmente le propuse que viniera, pese a lo difícil que es lograr que salga de su casa”.

A partir de enconces trabajó junto con José María Arreola para realizar la música, impredecible como su poesía. “Hicimos el guión de la música pero la mitad son improvisaciones, había ejes rectores que tenían que ver con los textos; se modificaron un poco con el ensayo con Michel que duró unas 8 horas”.

La visita de Michel Houellebecq fue posible gracias a Canal 22, la editorial Anagrama, la UNAM y sobre todo la gestión de Arreola, cuya impresión sobre el poeta merece el esfuerzo cristalizado hace unos días en Casa del Lago: “Su visión del mundo contemporáneo y sobre todo su visión del amor es algo que me toca de manera muy personal”.

El festival internacional Poesía en Voz Alta.09 contó con la presencia de autores como Úrsula Rucker, Manuel Rocha Iturbide, Francisco Segovia, Bartolomé Ferrando, Feli Dávalos, Bruno Montané y colectivos como MotínPoeta o Poetas del megáfono, entre muchos otros. Christian Gómez

viernes, 9 de octubre de 2009

El sueño no es un refugio sino un arma, de Geney Beltrán Félix

Para el escritor y editor Geney Beltrán Félix (Culiacán, Sinaloa, 1976), “desde Montaigne, el ensayo ha hecho residir su definición en el carisma del estilo y la divagación caprichosa de un tema”. Y es justo así, de manera caprichosa, como provoca al lector en El sueño no es un refugio sino un arma, su último libro de ensayo, llevándolo hacia una especulación sobre lo que significa escribir hoy.

Publicado este año en la Colección Diagonal de los Textos de Difusión Cultural de la UNAM, el libro se divide en dos partes: Escritos viscerales, donde reflexiona sobre los retos y el (disímbolo) papel actual del lector, el narrador y el crítico; y Cuaderno azaroso, hojas de crítica literaria donde lleva a la praxis su distanciamiento de la lectura vacía, compiladora, cuantitativa, y de la reseña (género que niega) superflua.

Se trata, precisamente, de una antología de textos viscerales en los que se advierten, con lucidez, algunos rasgos que marcan la actividad literaria desarrollada en la plenitud de la posmodernidad. Pese a ello, el libro es, un llamado a creer de nuevo en la escritura, en la literatura perdurable, capaz de cambiar la visión del mundo.

Destacan “Historias de perras vulnerables”, que más allá de una crítica literaria es una lectura de los autores de su tiempo, y los ensayos “Historias para un país inexistente”, “La doble raíz” y “La inspiración en Julio Manuez”, donde, a través de una pintoresca anécdota personal como editor, ilustra la perenne falta de autocrítica en los escritores. Un texto contundente.

En “Historias para un país inexistente”, Beltrán Félix cuestiona la función de la literatura como constructora de identidad en un país sin fundamento; a través de un epígrafe de Juan Rulfo, abre una ventana hacia el paisaje árido del México de nuestros días.

Es un ensayo que cuenta una historia de desencanto. Sentencia: “México fue en último término la novela más exitosa y fallida de la literatura y la cultura de casi un siglo”. Héroes inexistentes y un falso sentido de pertenencia, gracias a los cuales las nuevas generaciones tienen como reto redefinir un país, “un país donde la vida no vale nada”, y en el que además no hay lectores.

Estas páginas son depositarias de frases tan entusiastas como desoladoras que se atreven a reivindicar, por ejemplo, la actividad creadora: “la necesidad personal de la escritura es más impetuosa que la conciencia del escribir para una comunidad inexistente”.

Por otra parte, en “La doble raíz” habla de la mentira que representan juicios como aquellos que sostienen que escribir de nada sirve. Es una reflexión actual del eterno problema “para qué escribir”. ¿Escribir por el arte?, ¿por la fama? Es ésa la doble raíz, pero es eterna. El autor va más allá, plantea la necesidad (exigencia) del escritor de creer en la escritura como un medio de acción, la legítima raíz hoy: “Tarde o temprano, escribir trastoca al mundo”.

El de Beltrán Félix no es un libro que responde preguntas. Es en cambio una serie de ideas discutibles –“Los periódicos existen para que los libros sigan siendo insustituibles”–, una contienda contra la literatura comercial y una dura crítica al medio académico que no debe leerse como resentimiento sino como provocación. Se trata de un libro que más allá de ser leído, merece ser discutido.

El autor hace un examen al medio literario. Es una cruzada contra la falta de crítica. Reprocha la comodidad del cubículo universitario, la falta de propuestas y sensibilidad. Va contra la literatura que no se arriesga y que no responde a las exigencias de su tiempo.

El sueño no es un refugio sino un arma, título que tomó de un verso del poeta peruano E. A. Westphalen, funciona como una metáfora, donde el sueño representa a la escritura y ésta funciona así como un arma para cambiar al mundo.

El 4 de enero de 2009, Geney escribió en su blog la entrada “Una novela así”, donde suplica por “Una novela que vomite. Que vocifere su furia, que respire con enojo, hastiada de seguirle creyendo a la escritura sus ímpetus pudibundos (…). Una novela que no use guantes de seda, que no tome el té de las cinco…”. El sueño no es un refugio sino un arma funciona como un altavoz que, con un tiraje de mil ejemplares y una edición bien cuidada, le permite pedirla a gritos.



martes, 8 de septiembre de 2009

Los güeros también ríen... en el MUAC

Una cámara gira sobre su eje y recorre una habitación llena de animales de granja. Se trata de una sala de estar en la que interactúan chivos, gansos y gallinas que usan los sillones, muerden los cojines y las plantas… Un completo caos.

Lo que se ve es un trabajo de la videoartista alemana Corinna Snichtt, que muestra cómo sería la realidad si los animales de los cuentos ocuparan espacios humanos. Once upon a time (Érase una vez), de 2005, sirvió como presentación de la conferencia “Humor e ironía en el videoarte alemán”, a cargo de Ludwing Seyfarth y Bjorn Melhus en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC).

En ella, el historiador y crítico de arte Ludwing Seyfarth recordó que los alemanes son conocidos por su trabajo en la poesía, la filosofía y por ser personas serias y ordenadas. Sin embargo, poco se sabe de su sentido del humor.

En contra del prejuicio sobre la seriedad alemana, resaltó que las historias visuales y el humor, aunque de manera particular, son comunes en ese país y eso se refleja en el videoarte.

Para ejemplificarlo, proyectó algunas escenas del trabajo de Karl Valentin y Loriot. Valentin fue el primer alemán que utilizó el cine para hacer reír en la década de 1920, con un trabajo que contiene rasgos del slapstick comedy, la “comedia de pastelazo”, caracterizada por las exageraciones y la torpeza de sus personajes. Por otro lado, en la década de 1960, Loriot presentaba confusiones de sentido e ingeniosos diálogos en contextos de la vida común alemana.

De acuerdo con Seyfarth, la tradición del humor en su país se refleja hoy en el videoarte, que muestra situaciones que salen de su orden natural.

En Guerreros de Terracota (2006), Wendel se caracteriza como una de las famosas estatuas chinas y se esconde entre ellas; en Bienvenido Mr. Wong, el artista residente en Alemania Ming Wong re-representa escenas de películas famosas en sus lenguas originales, pese a su acento.

En La caza (1992/1997), Christian Jankowski lleva un arco al supermercado y literalmente caza su alimento lanzándole flechas; en Art Market TV (2008) ridiculiza las subastas de arte, las compara con la venta de productos en televisión y trivializa las propuestas de artistas como Franz West y Liam Gillick; y en Cuando era un Cuisillo, un videoclip hecho con la banda popular mexicana Cuisillos.

Para Seyfarth, los trabajos expuestos representan un reflejo del cinismo que han adquirido tanto el arte y los medios de comunicación alemanes durante los últimos 20 años.

Humor y crítica de la sociedad occidental

Para el videoartista alemán Bjorn Melhus, “a veces los momentos trágicos pueden ser graciosos”. Realizadas con materiales de la cultura popular, entre sus piezas destacan Auto center drive (2003), The oral thing (2001), Still mano out there (2003) y Captain (2005).

Según ha dicho, su trabajo se ha basado en las ficciones y en la manera en que éstas se entrelazan con la realidad que se presenta en los medios de comunicación: “hago ficciones dentro de otras ficciones, hay ironía en las nuevas situaciones”.

A partir de escenas, fragmentos de películas y noticiarios, realiza trabajos en los que él mismo aparece caracterizado como distintos personajes (Dorothy, de El Mago de Oz, un bebé o una señora), con lo que establece una singular y crítica perspectiva de la ironía. Una particular concepción del humor, a ratos perturbadora.

“Mi trabajo se relaciona con la televisión estadounidense –explicó– porque el 90 por ciento de la basura que se produce en el mundo y se ve en Alemania viene de Estados Unidos. Con esa basura hago más basura”. Christian Gómez

miércoles, 17 de junio de 2009

Carpe diem, nuestros males endémicos

Una epidemia está a punto de desatarse y los sistemas de salud no son capaces de contenerla. La seguridad nacional está en riesgo pero no solamente por la amenaza de un contagioso y atípico virus sino por los males endémicos (corruptelas y complicidades) que potencian su propagación.

La Ciudad de México se convierte en un espacio estratégico para sembrar una nueva enfermedad que ha de ser cubierta con una “cortina de humo”; se vuelve blanco del terrorismo biológico y plataforma para atacar al vecino del Norte... Aunque verosímil y familiar, se trata de la trama de Carpe diem, primer obra de ficción de Samuel Ponce de León (1950), recientemente publicada en la serie Rayuela de la Dirección de Literatura y la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM.

Dedicado al estudio y tratamiento de enfermedades infecciosas, Ponce de León narra en Carpe diem la historia de Julián de los Arcos, un connotado epidemiólogo e investigador que, de forma paralela a su trabajo en el terreno de la Medicina, decide emprender una acción de justicia política: buscar una vacuna para los distintos males que aquejan a una sociedad como la mexicana, y no sólo en el ámbito médico.

Con brillante ingenuidad o calculada malicia, la novela presenta una evaluación hipotética del sistema de salud y su capacidad de reacción, así como de los círculos de poder a la cabeza de importantes instituciones en nuestro país.

A través de un relato ficcional, desvela grandes problemas verdaderos: incapacidad, conflictos de interés, narcotráfico, trata de blancas, y varios otros. Pero no sólo eso. Ponce de león dibuja un escenario de un país en crisis planteado a fuerza de una historia a la vez difícil de creer –por su fuerte anclaje a la realidad– y verosímil.

En ella, Julián y Servando son dos funcionarios justos que luchan contra una sólida estructura de corrupción y relaciones de poder. En Carpe diem el autor además reelabora el relato convencional que retrata la descomposición del sistema y crea escenarios inéditos y emocionantes. Y al mismo tiempo hace partícipe al lector, quien mientras corre las páginas pasa junto a los edificios, los restaurantes o las avenidas donde sucede la historia.

Por ello y por su dinámica, el trabajo de Ponce de León recuerda la estimulante resolución de lo turbio en las líneas de Carlos Fuentes en La cabeza de la hidra o en los Dos crímenes de Ibargüengoitia; de escenarios locales, crítica y misiones justicieras.

La locución latina que da nombre a la novela y significa “aprovecha el día” se vuelve dentro de la historia y para el lector una provocación y un llamado a la sociedad para recordarle su papel en la dinámica del poder.

De lenguaje directo y estructura accesible, la novela de Ponce de León goza de un estilo cuyo mérito mayor es la sencillez. En sus letras se advierten las numerosas muestras que el autor levantó antes de hacer un diagnóstico lo mismo del sistema de salud que del periodismo o de la política, de las organizaciones civiles y los diferentes círculos de influencia en que se desenvuelve el protagonista. Levantada ésta, realiza un cultivo y muestra su evolución, las mutaciones y una posible, aunque violenta, cura.


Libro temerario que pone nombres, direcciones, rostros y no esconde juicios, Carpe diem es una prueba de laboratorio-escritorio, un análisis clínico-literario del accionar de un país. La muestra de nuestros males endémicos. Un estudio completo, la crítica de una sociedad entera que, publicado a principios de este año, concilia ficción y realidad.

Con una edición que pudo ser mejor cuidada, es una opción para el lector ávido de historias de nuestros días y nuestros espacios. Un final redondo y justo cierra el relato (o retrato) de un círculo vicioso de poder. Lo hace a la vez que siembra, como su personaje, una línea de acción coronada por una poderosa frase: Carpe diem. Christian Gómez

viernes, 24 de abril de 2009

Two Black Monoliths, en el Museo Experimental El Eco


Artista visual y director publicitario del Grupo Editorial Celeste, Aldo Chaparro da un trago a su bebida. Viste como si la noche prometiera fiesta. Y lo hace. Habla de su obra: “en el título Two Black Monoliths no hay poesía, la pieza es eso justamente, y a pesar de ello suena poético”.

Es 16 de abril y se inaugura Two Black Monoliths en el Museo Experimental El Eco. Chaparro tiene razón: su pieza consiste justamente en dos monolitos negros paralelos, pero con algunos matices extras que definen su significado.

Se trata de una reinterpretación de la pieza del escultor Tony Smith, The Elevens Are Up, de 1963, que representaba con dos monolitos del mismo tamaño y forma los dos músculos del cuello que se aflojan y hacen perder el equilibrio a un alcohólico. Smith, por supuesto, lo era.

Pero la pieza de Chaparro, si bien conserva las características de tamaño y forma, va más allá. Busca explorar la espiritualidad a partir de la masa y el volumen. Y reflexionar sobre la idea del objeto, su uso y valor en relación a su entorno y en relación al arte.

Afirma el artista: “a partir de mi experiencia como editor, funciono como un curador de mi propio trabajo: lo que hago es editar piezas populares”. Por ello trabaja a partir de la creación de otro artista y agrega algunos referentes de la cultura popular, para resignificar la obra y crear una completamente nueva.

Para ello, revistió los dos monolitos con luces verdes y el sonido de la agrupación alemana de música electrónica Kraftwerk, surgida en la década de 1970. Además de las referencias a películas como Tron (1982), de Steven Spielberg y 2001: Odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick, que inserta otro camino para el significado.

“En 2001, apunta el artista, el monolito era un vigilante. En el cine de Kubrick el miedo era una constante y, particularmente en esta cinta, se plantea la idea del miedo a que las computadoras se rebelen”.

Chaparro, quien otorga “información de fácil acceso para que el espectador entienda sus piezas a partir de un mínimo de información”, asegura que Two Black Monoliths es el resultado de una visión naif de esos referentes.

Es decir, el resultado de una mirada espontánea e ingenua, casi infantil del artista. Se trata de un juego entre “la referencia evidente, icónica, popular” que habla de la modernidad, la exploración del artista y el diálogo con el museo mismo.

Una especulación artística

Como la mayor parte de las obras que se exponen en el Museo Experimental del Eco, Two Black Monoliths está motivada por la historia que encierra este espacio universitario diseñado por Mathias Goeritz, proyectado a partir de “intereses formales, gnósticos y místicos que vinculaban principios de la arquitectura teotihuacana” con elementos del expresionismo alemán.

El Eco, cuenta su historia, surgió como una edificación “con símbolos que aludían a una diversidad ideológica en aras de lograr una oración plástica, proponiendo un lugar de posibilidades múltiples donde sucediera una resonancia creativa”.

Como parte de esa resonancia, Aldo Chaparro propone una especulación plástica. Es decir, presenta la posibilidad de ver su obra al mismo tiempo como un objeto, un trabajo de arquitectura y como evento.

Con ello, busca que sus exposiciones sean “situaciones que suceden en el tiempo”. A diferencia de la pintura y la escultura, que existen y pueden apreciarse en un momento preciso, busca que su instalación sea como la “música y el cine, con los que vives un momento de tu vida” que no sucede en un solo instante.

“Mi vocación como editor y diseñador me obliga a crear como si trabajara para un cliente”. Así, en El Eco, su muestra constituye una síntesis de forma y referentes. “Todo artista es una antena que capta la señal de más lejos: yo la hago evidente”.

Ese es el motivo de que elija los materiales de sus obras después de tener la idea. Lo importante es que hay un discurso detrás de sus obras y su preocupación porque el espectador lo conozca: “el conocimiento afecta tu condición estética”, la apreciación de una pieza artística. “Pero yo selecciono mis iconos para que la experiencia no sea tan complicada, es información que yo cocino”.

Otra pieza acompaña a Two Black Monoliths: un letrero luminoso con una frase en inglés del músico estadunidense Scott Walker: “enciende este sentimiento, así podremos estar juntos una vez más, y no sentiremos la gravedad del tiempo”. El público podrá hacerlo en el Museo Experimental El Eco. Sullivan 43, colonia San Rafael. Christian Gómez

lunes, 13 de abril de 2009

Si no los cuento yo...

Hace unos días platicaba con uno de los chicos del grupo donde soy ayudante de profesor y hablábamos sobre por qué no leo La Jornada. La explicación, fidedigna pese a todo, no se origina a partir de circunstancias inéditas ni tiene increíbles causales pragmáticas o alcances ideológicos. Simplemente estoy decepcionado. Lejos de los grandes sueños.

Aquello no significa que no tenga intenciones de hacer algo con mi vida. Simplemente, he decidido no embarcarme en empresas inútiles, innecesarias y hasta risibles.

Basten dos ejemplos. Era 2006 y, con 18 años recién cumplidos esperaba asistir a un evento histórico en las primeras elecciones en las que votaría. Entonces quienes estudiábamos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales protestábamos en contra de la llamada ley Televisa. Ya en el Zócalo, ya fuera de la Cámara de Diputados.

Ambos eventos nos tenían de verdad emocionados, frenéticos de ser partícipes de este gran cambio del que debíamos ser parte y cuyas dimensiones la Universidad nos hizo entender: un revés a los poderes fácticos y, ahora sí, la transición a la vida democrática bajo nuestro líder salido del pueblo. Ya saben quién.

Julio Hernández López, el astillero, se convirtió para algunos amigos y para mí, quizá en el ideólogo de nuestra generación. La historia es conocida y grotesca: los empoderados (¿existe esa palabra?) estaban locos y tenían los medios para concretar sus desvaríos y lo hicieron; y lo peor, a quienes “les robaron la elección” y sus defensores también enloquecieron. Hoy Hernández López seguro sería capaz de explicar la crisis económica mundial como un plan de las “fuerzas oscuras” –o cualquier pintoresco sinónimo– en contra de AMLO.

Segundo ejemplo. Apenas unos meses después del descalabro, también en 2006, secuestraron a una amiga del grupillo de soñadores. La historia terminó mal y aún en 2009 la familia no puede librarse del miedo ni de las audiencias ni de la burocracia.

En medio de la marcha por la paz (no sé cómo la llamaron los oportunistas organizadores), el Señor Presidente de la República, Licenciado Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, ofreció ayudar a esta familia y a otra que tuvo que pagar un rescate en medio de la marcha. Aquello en 2008 y hoy en abril de 2009 el ilustrísimo mandatario (me sentí Kapuszinsky hablando del Sha o el emperador de Etiopia, jaja) no ha mostrado señales. Bonito País (en altas, como se escribe en Reforma).

Permítaseme un tercer ejemplo (qué estilazo traigo hoy). Un día –de los extraños que a veces tengo– platiqué con el hermano de Lucio Cabañas. Contaba que hoy, aún perseguido político, sólo queda hacer labor en el marco de la legalidad. Un discurso tan tibio como sincero y válido. No es ocasión de este texto explicar por qué, pero su labor es por demás valiosa.

Dejar de leer ese diario es apenas un síntoma de mi ánimo, reflejo de mi época. Vale decir que off the record, en ese medio reconocen que a veces defienden lo indefendible con la intención de hacer contrapeso frente a otras voces. Y está bien.

No culpo ni involucro a nadie pero ni los soñadores de los años setenta, con una estructura detrás de sí, siguen por acá. Las marchas están llenas de consignas vacías y discursos repetidos irreflexivamente. Me dirán por supuesto que hay algunos muy entusiastas que leen de una forma distinta a Marx, que proponen una novedosa reinterpretación, y mejor no diré nada.

Escribo todo esto porque una mala broma del destino envió a un funcionario del IFE a decirme que me tocó ser funcionario de casilla. Imagino que robarán las urnas y habrá balazos entre caciques o hacendados o que el pueblo enardecido echará abajo la elección para elegir a su líder del narco. Ya me veo colgado del cuello frente a la lechería de la colonia pero por 300 pesos vale la pena arriesgarse, etcétera.

Parece que no soy el único decepcionado o que fue cooptado. Mi generación abre la boca pero de ella sale, a diferencia de la del poeta beat Allen Gingsberg, más que un aullido, un bostezo. ¿Pueden culparme por eso?

Ya me vi exiliado por hablar del Presidente

jueves, 5 de marzo de 2009

Carballido vive... y eso es gracioso

Hace tan solo un año de la muerte de Emilio Carballido y su legado está más que vivo. Por eso, bajo la dirección de Alberto Lomnitz, el Carro de comedias de la UNAM presenta la divertida sátira ¡Silencio pollos pelones, ya les van a echar su maíz!

La historia se desarrolla al sur del estado de Veracruz en 1963, cuando un grupo de “empresarios” estadounidenses visita la entidad para reclutar con engaños a los habitantes para un negocio ilegal y lleno de irregularidades. Pero es con la muerte de un tal Porfirio con la que se destapan conflictos de corrupción en el gobierno, la Iglesia y la asistencia social.

Todo lo anterior, contado como un juego. La anécdota, que bien podría adaptarse a cualquier época y región del país, no se narra de una manera lineal sino con saltos en el tiempo que los asistentes tienen claros porque son anunciados con letreros como los del menú de una fonda.

Con humor negro disfrazado de chiste blanco, los seis actores en escena representan un personaje y luego otro y otro; son un gringo y en dos minutos un jarocho. Se trata de un gracioso y original juego de vestuario y actuaciones.

En entrevista, Alberto Lomnitz, director de la obra, se refirió a los actores como “un grupazo”, pues en sólo seis semanas montaron esta obra y Muerte accidental de un anarquista, de Darío Fo.

Dijo también, que ¡Silencio pollos pelones... representa una gran exigencia física para su elenco, el cual debe montar y desmontar la escenografía durante todas las presentaciones y está de un lado a otro durante toda la puesta, además del mayor trabajo de la voz que exigen las presentaciones en exteriores. “Tienen que armar y desarmar escenografía, ser jóvenes, fuertes, tener buena voz y ser buenos actores. Está tremendo”, puntualizó.

Entre otras cosas, los actores tuvieron que aprender a bailar y tocar la jarana para cantar los sones jarochos que son importantes elementos de transición en la historia. Ello, como resultado de un entrenamiento vocal luego del proceso de selección que contó con más de 300 actores inscritos para las audiciones.

De acuerdo con Lomnitz, “debido a la naturaleza de Carro de comedias”, pensado fundamentalmente para presentarse en exteriores, la obra es “una versión recortada” de la pieza original del autor de Rosa de dos aromas.

El original escenario, que semeja un enorme guácal de madera, sorprende al público con cada resquicio que se convierte en un recurso para narrar una entrañable trama donde los personajes denuncian: “Habemos más pobres que piojos” o confiesan cantando: “Sólo queremos justicia, no la caridad poquita”.

Compañero de generación creativa de Jorge Ibargüengoitia y primer alumno en cursar la maestría en Letras con especialidad en Arte Dramático, por la UNAM en 1949, la obra de Carballido más que simple entretenimiento, es una reflexión sobre la sociedad mexicana, su ignorancia y sus vicios. Christian Gómez.

martes, 10 de febrero de 2009

La vida en el condicional

Hacía mucho no iba al teatro. El domingo pasado vi Encuentro de claridades. Encontré ahí mucho de mí. Qué jodido lujo. Ojalá se den el gusto...

Virgencita, tú que nos cuidas desde Lindavista, evítanos la pena de encontrarnos con nosotros mismos...

TEATRO. Encuentro de claridades

Escrito por Christian Gómez

Uno en París y la otra en la ciudad de México, Phillippe y Carmen son dos amantes que reflexionan sobre su separación. Condenados por la distancia, entretejen sus historias en la puesta en escena Encuentro de claridades.

Ideada y dirigida por Sandra Félix, la pieza cuya temporada se alargó debido al éxito, se basa en los libros El primer trago de cerveza y otros placeres de la vida, de Phillippe Delerm, y Jugo de naranja, de Carmen Villoro.

En palabras de la propia Félix, el argumento “nace de la fusión de dos textos que guardan mucho en común” pero que se distinguen “en cuanto a la visión de un hombre y una mujer, de dos culturas, la francesa y la mexicana”.

Se trata de un montaje en donde Úrsula Pruneda (Carmen) y Mauricio García (Phillippe), ambos egresados del Centro Universitario de Teatro, presentan dos monólogos que se entrecruzan. Monólogos nostálgicos que hablan del hartazgo de las rutinas y las formas.

Juntos plantean una serie de minucias de la vida cotidiana y del amor. Con una narración en segunda persona en la que hablan de tú al público, los actores aprovechan las imágenes en la memoria del espectador. Así, es en los recuerdos de los asistentes donde sucede la mitad de la obra, donde se completa.

Un juego de luces y una sobria escenografía del franco-mexicano Philippe Amand hacen viajar a los personajes y al público por toda clase de emociones y espacios; a través de las horas del día y las estaciones del año.

Entre canciones en francés del mítico cantante belga Jacques Brel, las letras de Delerm y la poesía de Carmen Villoro, los personajes sostienen diálogos inspiradores. “La vida está llena de pequeñas muertes”, dice Carmen. Y Phillippe: “ningún París es suficiente para escapar”.

Tanto los dos solitarios en escena, como el equipo de dirección y de montaje, son parte de un equipo ya conocido que coincidió en Polvo de mariposas, también de Sandra Félix. Obra basada en la novela Las olas de Virginia Wolf y otro ejemplo del gusto de la directora “por llevar a escena textos narrativos”.

Encuentro de claridades se presenta en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz los sábados y domingos a las 12:30 hrs. Hasta marzo 29.

martes, 3 de febrero de 2009

Lectura para dos: dibujando palabras

Vinyl nació de la premura y es muy probablemente un texto menor. Una amable circunstancia le llevó en octubre del año pasado a las páginas del número 3 de la revista Trifulca. Literatura líquida. Igual que yo, Emmanuel vio extrañado la ilustración. Ajena. Quizá extraña.
En esta entrada, por mi parte, hay un título distinto y una coma de más. Por parte suya, una nueva ilustración: un nuevo texto, una traducción a las líneas. Se trata de una relectura, una recreación, un puente entre nosotros dos...

Vinyl

Pasábamos la tarde maquillándonos. Delicada como era, Sarah nos delineaba el contorno de los ojos con un lápiz azul. Vianette hacía lo propio llenándonos los párpados con sombras naranja. Luego nos hacía cerrarlos para soplar sobre ellos polvo brillante.

Cada una elegía un color distinto para la boca. Llegamos a tener veintisiete tonos distintos, nueve de ellos rosas, inmundos. Sarah escogía siempre el verde limón y yo, que era más conservadora, el rojo. Movíamos los labios de arriba abajo y los estirábamos para ver si el color era uniforme. Con el dedo medio, nos limpiábamos las manchas de los pliegues y besábamos una hoja perfumada para escribir luego una carta.

Por una petición mía, que nunca supe explicar muy bien, acordamos que no habría lunares sobre la boca. En cambio, cualquier truco en el rizado de las pestañas sería bien recibido.

Perla ponía colorete en nuestras mejillas y si le traíamos unas nuevas medias de red nos rociaba el cuello con el perfume de una botellita púrpura parecida a una señora robusta. Nos divertía el tejido de su atomizador en forma de corazón y la brisa dulce que desprendía.

Desde entonces y hasta entonces, mi piel supo de telas brillantes, terciopelo, abrigos, de plumas rosas y lentejuelas. Veía mis piernas torneadas con satín y mi espalda descubierta, provocativa.

Sarah, con sus uñas doradas, ponía la aguja sobre un viejo disco de vinyl con música de piano. Si había lluvia, me sentaba junto a la ventana a lanzar bocanadas de humo, echando cabeza hacia atrás. Era mi número.

Entonces yo cruzaba las piernas descubiertas y cantaba sentada sobre un piano que era tan real como mi deseo de sentarme en él y cruzar las piernas descubiertas y cantar. Me erguía y sonreía para cien hombres que sonreían conmigo y aplaudían entorpecidos por mi belleza.

Casi lloraban deseando tenerme entre sus manos; bajar el cierre del vestido, terminar con cada broche, con cada botón entre nosotros. Era hermosa, lo sabía. Y yo, tan digna como mi madre hubiera sido, giraba la cabeza y fumaba de la larga boquilla y de nuevo me echaba hacia atrás para exhalar la última bocanada de humo y suspirar con el último verso de la melodía. Mientras se llenaban las copas, los desdeñaba con las pestañas, tan coqueta, tan deseada, con mis manos grandes, mi espalda tan ancha.

Después el brindis, el petrolato, los pañuelos blancos, el saco. Y volvíamos a ser hombres, novios ejemplares, futuros maridos.
Emmanuel hace más cosas lindas acá:
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sábado, 10 de enero de 2009

Uno de estos días: consideraciones sobre Arte Postal



Arte Postal. Uno de estos días es a la vez un proyecto artístico visual y un diálogo en el tiempo. En él convergen una serie de creadores o, por llamarlos genéricamente, artesanos de la imagen que se envían postales a través del correo tradicional y por Internet.

“Realizamos una apropiación de experiencias ajenas que nos llegan al buzón”. Mediante el establecimiento de un diario visual, sintetizan en postales los más disímbolos relatos del mundo, fijando así vínculos que trascienden los soportes de los mensajes y, dirían las mentes detrás del proyecto, los husos horarios.

Se trata de vínculos que existen y no. Es un desconocido intentando hablarle al otro de sí, de sus pasiones, miedos y –¿será cliché?– de sus fantasmas.

El diario visual consiste en imágenes que se convierten en signos de esa otra cosa que está en la mente y ha llegado de repente a este buzón. Percepciones y obsesiones que provienen de más de una decena de ciudades mexicanas, estadunidenses y españolas.

Como quien habla del no-lugar como un espacio tan uniforme que no posee un rasgo distintivo, Arte Postal es un ejemplo del no-tiempo, que trasciende la vigencia y la materialidad de los soportes y el anclaje de las postales a la realidad misma.

Sus carteros se convierten en autores de las piezas que contienen sus recuerdos. Son responsables de cronicar visualmente sus pensamientos, sus existencias. Están comprometidos a contar por entregas sus propias historias (discontinuas, ilegibles, tanto en la praxis como en el resultado visual).

Es una onírica y vulgar orgía de sentido. Una irreprochable, descarada, emotiva, irracional, autogestiva, indecente, propositiva vía de circulación del arte. Arte Postal es la nostalgia por el viejo correo y un saludo a la interacción mediante los nuevos medios, donde nuestro buzón o la bandeja de entrada se han convertido en el diván dispuesto para que un desconocido vuelque sus emociones.

“¿Cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca?”, pregunta Borges en voz de un personaje. Los carteros de Arte Postal también se lo preguntan.

Arte Postal. Uno de estos días se presenta este 23 de enero a las 7 pm en La Casona Spencer, en Cuernavaca.


viernes, 9 de enero de 2009

Viernes de mandarina

Disfruto mucho el olor de las mandarinas. Un día hasta escribí un cuento. De varias bocas supe que era malo, que se parecía a un video de Alejandro Fernández (por cierto, y concédanme eso, era un video que no había visto). Hoy me he comido ya cinco. El olor se fue y ya sólo quedan las cáscaras, que sirvieron para esta entrada.



lunes, 5 de enero de 2009

La otra voz de mamá

Hoy por la mañana mamá y papá se miraban y escuchaban a sí mismos en una grabación de celular. Los dos reían porque la situación era muy ridícula. En cierto momento mamá dijo: "se oye muy fea mi voz". Mi papá le contestó: "nosotros sí te oímos así, es que tú te escuchas diferente, a ti".


Y yo que creo que conozco a mamá, nunca sabré cómo es esa voz...