miércoles, 17 de junio de 2009

Carpe diem, nuestros males endémicos

Una epidemia está a punto de desatarse y los sistemas de salud no son capaces de contenerla. La seguridad nacional está en riesgo pero no solamente por la amenaza de un contagioso y atípico virus sino por los males endémicos (corruptelas y complicidades) que potencian su propagación.

La Ciudad de México se convierte en un espacio estratégico para sembrar una nueva enfermedad que ha de ser cubierta con una “cortina de humo”; se vuelve blanco del terrorismo biológico y plataforma para atacar al vecino del Norte... Aunque verosímil y familiar, se trata de la trama de Carpe diem, primer obra de ficción de Samuel Ponce de León (1950), recientemente publicada en la serie Rayuela de la Dirección de Literatura y la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM.

Dedicado al estudio y tratamiento de enfermedades infecciosas, Ponce de León narra en Carpe diem la historia de Julián de los Arcos, un connotado epidemiólogo e investigador que, de forma paralela a su trabajo en el terreno de la Medicina, decide emprender una acción de justicia política: buscar una vacuna para los distintos males que aquejan a una sociedad como la mexicana, y no sólo en el ámbito médico.

Con brillante ingenuidad o calculada malicia, la novela presenta una evaluación hipotética del sistema de salud y su capacidad de reacción, así como de los círculos de poder a la cabeza de importantes instituciones en nuestro país.

A través de un relato ficcional, desvela grandes problemas verdaderos: incapacidad, conflictos de interés, narcotráfico, trata de blancas, y varios otros. Pero no sólo eso. Ponce de león dibuja un escenario de un país en crisis planteado a fuerza de una historia a la vez difícil de creer –por su fuerte anclaje a la realidad– y verosímil.

En ella, Julián y Servando son dos funcionarios justos que luchan contra una sólida estructura de corrupción y relaciones de poder. En Carpe diem el autor además reelabora el relato convencional que retrata la descomposición del sistema y crea escenarios inéditos y emocionantes. Y al mismo tiempo hace partícipe al lector, quien mientras corre las páginas pasa junto a los edificios, los restaurantes o las avenidas donde sucede la historia.

Por ello y por su dinámica, el trabajo de Ponce de León recuerda la estimulante resolución de lo turbio en las líneas de Carlos Fuentes en La cabeza de la hidra o en los Dos crímenes de Ibargüengoitia; de escenarios locales, crítica y misiones justicieras.

La locución latina que da nombre a la novela y significa “aprovecha el día” se vuelve dentro de la historia y para el lector una provocación y un llamado a la sociedad para recordarle su papel en la dinámica del poder.

De lenguaje directo y estructura accesible, la novela de Ponce de León goza de un estilo cuyo mérito mayor es la sencillez. En sus letras se advierten las numerosas muestras que el autor levantó antes de hacer un diagnóstico lo mismo del sistema de salud que del periodismo o de la política, de las organizaciones civiles y los diferentes círculos de influencia en que se desenvuelve el protagonista. Levantada ésta, realiza un cultivo y muestra su evolución, las mutaciones y una posible, aunque violenta, cura.


Libro temerario que pone nombres, direcciones, rostros y no esconde juicios, Carpe diem es una prueba de laboratorio-escritorio, un análisis clínico-literario del accionar de un país. La muestra de nuestros males endémicos. Un estudio completo, la crítica de una sociedad entera que, publicado a principios de este año, concilia ficción y realidad.

Con una edición que pudo ser mejor cuidada, es una opción para el lector ávido de historias de nuestros días y nuestros espacios. Un final redondo y justo cierra el relato (o retrato) de un círculo vicioso de poder. Lo hace a la vez que siembra, como su personaje, una línea de acción coronada por una poderosa frase: Carpe diem. Christian Gómez

1 comentario:

El Chri Chri dijo...

Chrsitian, deberías dejar de poner "es a la vez", o "al mismo tiempo"... Es muy básico...