lunes, 27 de octubre de 2008

La revolución que se durmió. Un retrato de Diego


Toma uno. Cámara en mano. Un grupo de personas discute las condiciones de un documental. Planean cómo, qué narrar. Se trata de Un retrato de Diego. La revolución de la mirada (Gabriel Figueroa Flores, México, 2007), donde Diego Rivera se convierte en hilo conductor de una historia más amplia, la de quienes pusieron a México en imágenes durante la primera mitad del siglo veinte.

Son hijos del muralista que pintó para Rockefeller, del fotógrafo Manuel Álvarez Bravo y el cinefotógrafo Gabriel Figueroa. Y es justo donde termina su informal e innecesariamente filmada charla, después de su confesa vida a la sombra de sus padres, donde comienza la parte valiosa del trabajo.

En ella, se cuenta cómo Álvarez Bravo y Figueroa eran amigos de Rivera y decidieron hacer un documental sobre el artista a propósito del cumplimiento de los 50 años de su vida creativa. Un triángulo multimedia trabajando en imágenes sobre la creación de imágenes. Un metalenguaje.

Rivera dibuja, pinta a cuadro. Un joven lo mira, también a cuadro. Álvarez Bravo lo encuadra, compone la imagen. Figueroa lo filma.

De la mano crean una visión plástica de México. Rivera Pinta la Revolución, Álvarez Bravo retrata a sus campesinos convertidos en obreros mientras Figueroa plasma en imágenes en movimiento los sueños y la esperanza de la realidad.

Un retrato de Diego es un afortunado ejercicio bibliográfico, hemerográfico, documental. Casi académico. De una capacidad narrativa capaz de tejer el escenario político y creativo de una época. De analizar imágenes en el sentido formal, discursivo, pero también en el plano pragmático. Casi poético.

Dice de “La parábola óptica” de Álvarez Bravo: los ojos en un aparador muestran otra realidad “como si el espejo no nos regresara la mirada sino la continuara”.

Diego y los alcatraces. Diego y la casa del Anáhuac. Diego y las palabras de Frida. Diego y la vida. Diego y la muerte. El omnipresente Carlos Monsiváis se refiere al legado de Rivera como un ejercicio de ascetismo, siempre en busca de la perfección.

Mientras, José Luis Cuevas presenta una versión disminuida y titubeante de su protesta contra lo que en su tiempo llamó “La cortina del nopal”. “(Sólo) Estaba en contra de la inmovilidad”, dice. ¿Será que lo perdonó al tiempo?

Estrenado en octubre de 2007, Un retrato de Diego (La revolución de la mirada) es por una razón más un metalenguaje: es un documental sobre otro documental que nunca se concretó. Con apenas 14 copias, también se perdió en el olvido.

2 comentarios:

tugo dijo...

a mi no me gustó ese documental juju. ademas los hijos pecaban de bobos jaja no se. será que lo vi con ojos soberbios, pero era como engrandecerse con los hechos ajenos de sus padres. Y platicas innecesarias que no llevaban a ningun punto, mas que mero afán protagonico. Hubieran podido prescindir de ellos y sólo enfocarse a hablar de quienes realmente merecian llevarse la atención y el interés. Creo que eran bien innecesarias esas apariciones, no se. He visto documentales por separado, mas interesantes, sin que tuvieran que salir los hijos. Creo que me lo tomé personal jaja. Oh..pasando a otra cosa mariposa,me da gusto saber que tienes blog. Te linkearé del mio para visitarte seguido.

El Chri Chri dijo...

"viven a la sombra de sus padres"

sì,estamos deltodo de acuerdo


gracias porlinkearme n_______________n