viernes, 9 de julio de 2010

Abrir la institución del arte a otras posibilidades, en Jardín de Academus

*Participaron más de 100 artistas y mil personas
**Resultado del trabajo colectivo, la exposición permanecerá hasta el 25 de julio


Hace unos meses, cuando se presentó el tercer ciclo curatorial del MUAC, Hechos y delirios: soporte, materia, trabajo, la sala 8 del museo –destinada a la exposición Jardín de Academus– fue inaugurada vacía. Durante ese periodo, cada dos días se generó una nueva pieza artística, legado del trabajo de uno o varios artistas con comunidades marginadas del arte y la educación formal. El 26 de junio se presentaron los resultados.

La exposición fue conformándose a los ojos del público, que pudo visitar desde el 3 de abril el gran laboratorio en que se convirtió ese espacio. Más de 100 artistas participaron en 31 proyectos que involucraron mil colaboradores de diferentes grupos sociales: desde presos, enfermos mentales, burócratas, payasos, indígenas y sordos, hasta personajes virtuales de la WEB.

El título Jardín de Academus hace referencia al olivar sagrado dedicado a Atenea, diosa de la sabiduría, donde se construyó la Escuela de Platón. Curada por José Miguel González Casanova, artista y académico de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), es un ejercicio que, al cuestionar las reglas de la institución del arte y difuminar fronteras entre creadores y público, vuelve inoperantes los juicios sobre el elitismo del arte contemporáneo.
Nuevos modelos de integración
En la sala se realizaron fiestas, conciertos, obras de teatro, sesiones de dibujo, conferencias, congresos, trasmisiones de radio y televisión, así como diálogos en las redes sociales de internet y otras actividades. Todos ellos encaminados al aprendizaje a través de la experiencia del arte.
Para González Casanova, “la intención ha sido explorar nuevos modelos de integración del arte y la educación como procesos de ampliación del conocimiento”. Aquello, a partir de la construcción de una experiencia estético didáctica de la que las piezas son documentos.

La performer Lorena Wolffer convocó a mujeres víctimas de violencia para que donaran objetos relacionados con episodios dolorosos. Evidencias es el resultado del trabajo con ellas, que propone abordar públicamente la violencia para aprender que no es un problema individual, sino social, político y cultural.

Yutsil Cruz realizó una colaboración con Discos Medellín y Rincón caliente, comerciantes del barrio de Tepito que surten a los sonideros y realizaron una colección especial para la pieza. “Se trata de reconocer como expertos en el campo a personas con un gusto peculiar por la música. Son especialistas”, expresó la curadora. La pieza es una referencia a un trabajo del colectivo Tepito Arte Acá y continúa el trabajo de arte público que Cruz realiza en esa comunidad.

En Saque su acordeón, Alejandro Rincón Gutiérrez propuso una discusión entre artistas, profesores y promotores comunitarios sobre el papel de los acordeones que se utilizan para copiar en los exámenes como dispositivos de aprendizaje autodidacta.

En Gener/ando desconciertos, Paola García Ruiz fue la primera en llevar al MUAC una pasarela de moda. Una donde, a través de la reflexión sobre lo femenino, lo masculino y el discurso queer, se evidenció que “el género es una puesta en escena donde el individuo puede ser activo en su construcción”.

Integrado por estudiantes de la ENAP, el Seminario de medios múltiples 2 exploró en Concilio saber vivido las formas de transmisión de conocimiento de las personas adultas mayores y generó un compendio ilustrado de saberes que compartieron miembros del INAPAM.

En El viento sopla donde quiere. Intersticio, Antonio Vega Macotela hizo que tres reclusos llamaran desde la cárcel de Santa Marta Acatitla al MUAC. Conversaron un extorsionista con un psicoanalista, un timador con un filósofo y un ladrón con un economista, “procurando una práctica mayéutica como método de aprendizaje”. Las conversaciones se escucharon en toda la sala. Para el artista, los internos escapaban de la cárcel en forma de sonido.

Rosangela Renno subastó objetos encontrados en varios tianguis y cuestionó su valor económico y de identidad como parte de la memoria; Luis Mario Moncada, autor de la obra 9 días de guerra en Facebook, realizó un performance donde cuestionó el valor de la amistad al eliminar "amigos" de esta red social. Por otra parte, Daniel Godínez generó una serie de “tequiografías”, monografías con explicaciones sobre la muerte, salud, educación y otros temas en lenguas indígenas y español.

Otros artistas participantes fueron Urs Jaeggi, Taniel Morales, Pablo Helguera, Alejandro Rincón Gutiérrez, Idaid Rodríguez, Colectivo Masa Crítica, Sofía Olascoaga y Víctor García Zapata, Leonel Sagahón, Julio Ruslán Torres Leyva, Patricia Martín, Ricardo Caballero, Víctor G. Noxpango y Pilar Villela (Noxpi-pili), Rodrigo Johnson Celorio, Rosangela Rennó, Seminario de Medios Múltiples 1, Pinto mi raya, Luis Mario Moncada, Jaime Enrique Barragán, C.O.C.O.A., Diego Medina, Belen Sola y Pamela Gallo, Mónica Castillo, Vicente Rojo Cama y Eloy Tarcisio, así como Elías Levin Rojo.

Los retos de la estructura museística

La inusual cantidad de colaboradores y la diversidad de actividades en Jardín de Academus fueron un reto para la estructura del MUAC como institución. “No esperaba la constante dificultad de adaptación de un proyecto procesual y móvil con la estructura del museo. Me sorprendió mucho que esta situación de perfomance permanente meses la confrontara tanto”, señaló González Casanova.

“Es un precedente para que el museo cuestione una serie de reglas y procedimientos que ojalá retome como una experiencia positiva”. Pese a ello, el proyecto funcionó y ordena 31 proyectos en una sala donde se expusieron sólo 10 piezas cuando se inauguró el MUAC.

“Ha sido una prueba no sólo para los participantes, sino también para los equipos de trabajo del museo (administrativos, custodios, museografía), que no estaban acostumbrados a estas dinámicas. Desde el principio adivinamos que era parte de la experiencia”, coincidió Jorge Reynoso, en representación del museo, que en su opinión debe someterse a un escrutinio por parte de un perfil distinto de artistas y reconocer su función como espacio universitario de construcción de conocimiento. Christian Gómez (Imágenes de Verónica Rosales)

6 comentarios:

Zedryk R. dijo...

Este texto (el tema que lo constituye) me hace recordar tu tesis, ahora que me he involucrado un poco con ella. Entiendo, por ejemplo, que hay una multiplicidad de intermediarios interdependientes en el proceso artístico (desde la creación de una obra hasta ese producto final que es la exposición), de modo que la falla de una sola esfera lo perturba todo abrumadoramente; un ejemplo lo mencionas tú: el espacio museístico. ¿Qué pasa con el discurso que se forma el "lector" si el museo no hace eficientemente la parte que le corresponde? ¿Aquello que resulta estaba dentro de los planes del autor? Sí o no, de cualquier modo se forma un discurso; ¿y cómo ese discurso? ¿Perjudica o beneficia de un modo particular a todo el proceso (pues se sabe de errores amables)? En cierto manera -prejuzga uno-, la "ineficiencia" de un intermediario generaría una injusticia para los otros que lo hacen todo magnífico, principalmente el artista (éste, una vez produce una obra, ya no se entera mucho; yo hasta hace poco había pensado que el proceso de interpretación de una obra empieza en ella y allí mismo termina; qué interesante es que el éxito no dependa de uno mismo).
Lo anterior lo he dicho acerca de la institución del arte. Ahora la gente, el público. Entiendo que las obras de que hablas aquí no reconstruyen las tendencias del arte contemporáneo de élite. Los temas que las motivan han sido tomados de otras partes (tal vez novedosas en este arte): Tepito, Acatitla, los hogares disfuncionales, las comunidades indígenas. No encuentro otro modo de decirlo que el cliché: es un arte proveniente de la "gente" (eso en el pedante entendimiento romántico de que el artista es otra cosa inusual), ¿pero realmente es para la gente? Lo que quiero saber es qué tipo de público va al MUAC para apreciar esta exposición. ¿Un ex recluso, un indígena, un sonidero? Lo digo con etiquetas porque de otro modo estas personas no suelen ser reconocidas, esos estigmas que parecen ya un nombre propio. Pese a todos estos grandes esfuerzos de abrir el campo del arte (que, por lo demás, son brillantes), la brecha es gigante. El dinero, el hábito, el modo de vida, las expectativas, la experiencia. Si el panorama es así como lo pongo (la verdad es que no estoy seguro), me siento desolado. Tobías me desola cuando dice que el arte no es para todo el mundo, no tanto en un sentido peyorativo, es sólo que no a todos les interesa, hay otras cosas importantes en su vida que son igualmente válidas, tiene su nivel profundo y su rigor.
No sé, Chris. Mi única certeza, en este sentido, es que me gusta mucho lo que haces.

El Chri Chri dijo...

No sé, lo único que creo es que tenemos que platicar con una cerveza otra vez o ir de vuelta a una exposición. Me encanta saberme leído por ti y leerte cada día mejor. Un abrazo, eres la neta :)

Ragazziano dijo...

Tarde, pero cierto, lo haces bien.
Felicitaciones!

El Chri Chri dijo...

No entendí por qué tarde :/ la entrada es de hace un año... Gracias por la visita.

Ragazziano dijo...

Tarde, es por mi, justamente porque hace un año debí decir lo mismo, felicitaciones!, qué agradeces.

El Chri Chri dijo...

A ver si un día te das vuelta por acá: www.cultura.unam.mx

Saludos.