lunes, 2 de agosto de 2010

Las implicaciones de la reproductibilidad en el arte contemporáneo


*Gramática infinita: reproducción total y estrategias perturbadoras del arte forma parte de una serie de reflexiones sobre el actual ciclo curatorial del MUAC


“En el arte pasa algo como lo que pasó con los partidos políticos, que fueron hechos para cambiar el poder y ahora sólo son una vía para llegar a él. Así, las galerías, creadas para romper la idea del arte académico y una vía para revolucionarlo, hoy son solamente un mecanismo para entrar en él”, señaló el artista Taniel Morales.


Lo hizo durante la mesa de discusión Gramática infinita: reproducción total y estrategias perturbadoras del arte, segunda de las ocho “intervenciones” teóricas que plantea el programa Delirio de fetiche: destierro platónico y arte contemporáneo al ciclo curatorial del MUAC en curso: Hechos y delirios: soporte, materia, trabajo.


En ese espacio, Morales reflexionó junto con la curadora independiente Eloísa Mora Ojeda sobre el sentido de la pieza que realizó en el contexto de la muestra Jardín de Academus: Parcial o total. La obra de arte en la época de su reproductibilidad total o parcial, que consiste en fotografiar libros de arte de difícil acceso para su posterior reproducción.


Se trata de una referencia al texto fundamental del filósofo Walter Benjamin La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, donde analiza cómo se modifican las dinámicas de la experiencia frente al arte cuando éste deja de ser un bien accesible para pocos y puede conocerse masivamente gracias a las reproducciones, que sin embargo nunca lograrán duplicar el aura que recubre a los originales.


Así, la acción de Morales consistió en “recolectar la mayor cantidad de libros de arte, de difícil acceso, y fotografiar cada una de sus páginas. El archivo quedó almacenado en el disco duro de una computadora para que los visitantes de la exposición puedan consultarlo y llevarse una copia de los libros que les interesen con fines educativos, ya sea en DVD o USB”.



Dividido en ocho carpetas –Arte y choro, Artistas contemporáneos, Bienales colectivas, Cuerpo, Género, Revistas, PDF’s y docs, y Gödel, Escher, Bach–, el archivo supone una transgresión que permite acceder a cualquiera de los visitantes al “tesoro” del museo.

Sin embargo, respecto a la frase citada al inicio, el artista se enfrentó a la contradicción de trabajar dentro del museo. “Si bien algunas piezas son una crítica, dentro del museo pierden legitimidad o fuerza”. Y quizá, su fuerza transgresora.


Jardín de Academus en la era de la reproductibilidad técnica


La intervención Gramática infinita: reproducción total y estrategias perturbadoras del arte, articulada a partir de la pieza de Taniel Morales en Jardín de Academus, tuvo como punto de partida la perturbación de la idea de pieza única.


¿Qué pasa cuando la obra de arte, la mentira del poeta, puede perturbar la idea de pieza única y original así como la estructura de ésta como mercancía? ¿Qué espacios y tiempos surgen cuando un archivo artístico perturba las distintas ideas asumidas en la historia del arte, la teoría estética y la filosofía?”, fueron las preguntas de partida.


La intervención debía problematizar “las distintas dimensiones de la creación de archivos como producción artística, educativa y transgresora, que posibilita la irrupción de gramáticas disidentes frente a la idea de un registro único y hegemónico”.


En ese contexto, Morales llevó al espacio del museo un ejercicio que para él era cotidiano. Recordó que durante su primer año como maestro prestaba libros, pero como se los regresaban maltratados, comenzó a fotografiarlos. Para la pieza se fotografiaron 50 libros, aunque en su acervo figuran ya 400 títulos. La finalidad es distribuirlos, pues se trata de los tesoros del museo que la gente puede ver sólo ahí.


“Lo que era arte hace 10 años hoy ya no funciona. Uno va atesorando cosas y da coraje no tener acceso a los libros que dicen lo que es arte ahora. ¿Qué pasa con las mediatecas repletas de libros a los que nunca accederemos?”


Para Eloísa Mora Ojeda, la pieza es una postura transgresora ante las políticas de exhibición del museo. Y el reto planteado era asumir esa postura dentro del espacio institucional de la exposición.


Al cuestionar los verdaderos alcances del proyecto, Morales señaló: “me siento en el MUAC como alguien que es invitado a exponer su problemática a la Cámara de Diputados”. ¿Se trata de una verdadera transgresión? Durante la discusión con los asistentes, el performer Víctor Sulser preguntó a Morales: “¿No crees que este proyecto es como robarse una manzana de la central de abastos?”


Para Mora Ojeda, fotografiar libros es un tipo de intervención que es difícil introducir en el mercado, aunque siempre es posible. ¿Qué haría distinta la pieza que compra un coleccionista de las reproducciones accesibles a todos? Ante ello, Morales invitó a los coleccionistas que quisieran la pieza a llevar su memoria USB para obtenerla.


El artista recordó la querella entre un performer y un fotógrafo que ganó un premio con unas imágenes donde aparecía el performance. ¿Quién sería el autor? El autor de las fotografías. Por ello, como dueño de un archivo con más de 40 mil imágenes considera que este archivo es su pieza y a nadie debe interesarle.


Así, la discusión respecto a las copias, más allá de la imposibilidad de reproducir la esencia de los originales, viró hacia el discurso de poder. El poder de la posesión del libro o la imagen como fetiches.


Para Mora Ojera, la apertura de los medios de reproducción plantea problemáticas legales, de lucro, así como el hecho de que la hipervisibilidad nulifica el fetiche.


De acuerdo con el artista, en la actualidad poseer los libros, publicarlos o censurarlos, más allá de los contenidos, es una cuestión de poder. Y recordó una anécdota: en el Faro de Oriente editó libros de divulgación sobre temas contemporáneos.


Los libros serían distribuidos entre los grupos con quienes se generaron las dinámicas de trabajo. Pero cuando la Secretaría de Cultura capitalina supo de la edición, que tenía el sello del centro cultural, censuró que la acción se hubiera realizado sin su autorización. La Secretaría de Cultura quemó 4 mil libros. Christian Gómez


Nota relacionada: http://www.informador.com.mx/cultura/2010/222064/6/taniel-morales-presenta-una-muestra-de-fotografias.htm

1 comentario:

El Chri Chri dijo...

La foto no tiene nada que ver pero no quedó el link :/